Cinco indicaciones para seguir si tienes COVID-19
Antes de comenzar, hay que señalar que el COVID-19 (coronavirus disease 2019) es una enfermedad que cualquier persona puede sufrir. No se trata de una enfermedad exclusiva de las personas mayores ni de quienes padecen comorbilidades (como diabetes, obesidad, hipertensión, cáncer o problemas pulmonares), aunque son estos grupos los que tienen más riesgo de padecer síntomas agudos y severos de esta enfermedad respiratoria. Niños, adolescentes, jóvenes y adultos sanos también pueden contraer la enfermedad y tienen riesgo de sufrir una sintomatología grave e, incluso, severa.
Los síntomas más comunes del COVID-19 son fiebre, tos seca y cansancio. Estos síntomas pueden estar acompañados de dolor general o específico (dolor de cabeza o garganta), malestares estomacales (vómito y/o diarrea), pérdida del gusto y el olfato, y conjuntivitis. En casos más graves, pueden presentarse erupciones cutáneas, fatiga, pérdida del color de los dedos, dificultad para respirar, dolor o presión en el pecho, e incapacidad para hablar o para moverse. En casos agudos, los síntomas son neumonía, labios o dedos amoratados, y pérdida de la consciencia. Además, en los casos agudos puede haber daño multisistémico, que puede derivar en la muerte del paciente.
Junto con lo anterior, hay otro aspecto que vale la pena saber: hay personas asintomáticas. Dicho en otras palabras, tienen la enfermedad pero no presentan algún síntoma. Es importante recalcar que las personas asintomáticas, al ser portadoras de la enfermedad, pueden contagiar a otras personas. De ahí, la necesidad de las medidas de prevención y autocuidado: el lavado frecuente de manos con agua y jabón, el uso del tapabocas en todo espacio fuera de la casa (y en casa, si hay alguien enfermo) y el distanciamiento físico, que consiste en conservar un espacio de al menos dos metros entre uno y alguien más, evitar dar la mano o, saludar de beso o abrazo; no asistir a reuniones sociales ni familiares, y evitar los lugares concurridos.
La única forma certera de saber si uno tiene o no COVID-19 es mediante una prueba de laboratorio. Sin embargo, hay que tener en cuenta que durante los primeros días de contagio, aunque haya síntomas, la prueba puede resultar negativa ya que la carga viral puede no ser suficiente para ser detectada (en este caso, hay un falso negativo). Por esto, es fundamental aislarse una vez se presente alguno de los síntomas del COVID-19 y, sea cual sea el resultado de la prueba, mantenerse aislado, al menos, durante 14 días.
¿Qué hacer después de presentar algún síntoma de COVID-19?
La siguiente es una selección de cinco indicaciones que la persona con COVID-19 puede seguir. Sin embargo, estas no reemplazan las recomendaciones médicas ni suponen no consultar a un médico. Por el contrario, siempre hay que hacerlo.
Aislarse en casa y monitorear los síntomas:
Ante la presencia de al menos uno de los síntomas (tos seca, cansancio o fiebre) es imperativo aislarse en casa. Si se puede, hay que evitar compartir la loza, el baño y la habitación; no compartir espacios físicos con las demás personas que viven en la casa, y usar tapabocas siempre dentro de la casa, cubriendo la boca y la nariz. Todo lo anterior, acompañado del lavado constante de las manos y la limpieza de las superficies.
Adicional a esto, hay que comunicarse con la entidad de salud para que realice la prueba de laboratorio para determinar si se trata de COVID-19.
Calmarse y no saturar el sistema de salud innecesariamente:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido que el 80 % de las personas enfermas de COVID-19 presenta síntomas leves y que su cuidado puede hacerse en casa; lo que significa que, si los síntomas son leves (fiebre controlada, tos controlada y cansancio), no hay que recurrir a los servicios de urgencias, la clínica ni el hospital. Solo hay que hacerles seguimiento a los síntomas en casa: velar por que estén estables y no empeoren.
Sin embargo, en caso de que los síntomas se agraven, sí hay que recurrir a los servicios de salud: llamar al médico o, incluso, ir a urgencias, advirtiendo siempre que puede tratarse o es un caso confirmado de COVID-19, y señalando en todo momento los síntomas.
Actuar con rapidez:
El monitoreo de los síntomas en casa consiste en determinar si son estables o controlables, o si se agravan. Es solo en este último caso que hay que recurrir al sistema de salud. En este punto, es importante entender que no puede haber demoras. Cuando los síntomas son graves o severos, el COVID-19 avanza muy rápido, por lo que una demora en la asistencia médica puede resultar fatal.
Entre los síntomas de alarma se destacan:
- El cansancio pasó a ser fatiga crónica.
- La fiebre supera los 39,5 °C y no baja.
- Hay opresión en el pecho o dificultad respiratoria.
- Hay sueño excesivo.
- Los dedos o los labios están amoratados o azulados.
- Hay dificultad para mantenerse en pie o para mantenerse despierto.
- Se siente confusión o hay pérdida de conciencia (desmayos).
Comunicar los síntomas y hablar con las personas con quien se haya tenido contacto:
Infortunadamente, hay una práctica común: el silencio. No informar sobre los síntomas y no contar con quién se reunió los 14 días anteriores. Esta acción, que muchas veces se hace por temor (a ser juzgado o señalado, o a reconocer que se tiene una enfermedad que en alrededor del 4 % de los casos es mortal), resulta perjudicial para la contención de la enfermedad.
Ante el menor síntoma, hay que hablar. Es importante comunicar a las entidades de salud los síntomas, así como a los empleadores. Si se guarda el secreto, más personas pueden enfermarse y algunas de ellas pueden padecer síntomas graves o severos de la enfermedad. Según la OMS, uno de cada cinco enfermos padece una forma grave de COVID-19; así que, aunque uno tenga síntomas leves, otra persona del círculo laboral, personal o familiar puede sufrir la enfermedad de una forma grave o severa. De ahí, la necesidad de hablar y comunicar.
Ante le presencia de al menos un síntoma, hay que hablar con todas las personas con las que se tuvo contacto durante los 14 días anteriores; esto, porque ese es el periodo de incubación del coronavirus del COVID-19, periodo en el que, además, hay contagio. Dichas personas tienen el derecho saber que pueden estar contagiadas o que estuvieron en contacto con una persona que se enfermó. Haciendo uso de este derecho, pueden hacer lo propio con sus allegados: comunicarlo y tomar medidas de cuidado para evitar que la enfermedad siga propagándose.
Hablar es, pues, una acción para romper la cadena de contagio.
No avergonzarse:
El COVID-19 no es una enfermedad que da por descuido o desaseo. Se trata de una enfermedad en extremo contagiosa y casi incontrolable; por eso, la OMS la declaró pandemia en marzo de 2020. Contraer esta enfermedad es bastante probable. Las personas que se enferman de COVID-19 solo ratifican su tasa alta de contagio, aunque, claro, esta puede reducirse con las medidas de prevención antes señaladas acompañadas de no tocarse la cara, sobre todo, los ojos, la nariz ni la boca.
Enfermarse de COVID-19 en el pico nacional de la enfermedad puede ser algo que cabe dentro de la normalidad: hay una probabilidad bastante alta de que ocurra. Enfermarse de COVID-19 puede pasarle a cualquiera.